Comúnmente en las propuestas educativas se centran en la tolerancia, como una forma de mantener la cultura de paz, si bien puede ser un dispositivo útil y beneficioso en condiciones específicas, no logra satisfacer las necesidades de encuentro entre distintos con la posibilidad de construir posibilidades.
La tolerancia aparece en los escritos de autores liberales como Spinoza y Locke, pero adquiere carta de naturalización plena con la Revolución inglesa y con la Ilustración. El proyecto ilustrador apunta hacia la formación de una ciudadanía universal, cosmopolita, racionalista y homogénea, pero en muchos casos la tolerancia consiste en «soportar» lo que no es como nosotros. [1]
La tolerancia tiene varios niveles que van desde la actitud de resignación ante el otro, hasta la intención abierta de entender y comprender lo diferente. Walzer ubica precisamente en cinco niveles la tolerancia: la primera actitud, algo ligada a la tolerancia religiosa, consiste en la aceptación resignada de la diferencia para mantener la paz. Una segunda postura refleja un estado de indiferencia, pasiva y relajada ante la diferencia. La tercera es propia de cierto «estoicismo» moral que consiste en reconocer el derecho que tienen los otros a ejercer sus atributos, aunque no sean atractivos para nosotros. La cuarta forma expresa apertura, curiosidad, ganas de aprender, en tanto que la quinta actitud tolerante es de adhesión y admisión entusiasta por la diferencia. [2]
Ésta ultima actitud, la adhesión y admisión entusiasta por la diferencia nos acerca más al sentido de la interculturalidad llevada a la práctica como proceso sociocultural mediante el cual se interpenetran e integran más o menos conflictiva o cooperativamente las diversas culturas, constituye un desafío de gran envergadura para el futuro de la humanidad, puesto que, de no avizorarse expectativas de resolución de la conflictividad inherente a la coexistencia obligada de individuos heterogéneos en cuanto a sus identidades culturales, la amenaza de un incremento exponencial de la violencia y la descomposición del orden social se hace cada vez más inminente.
La interculturalidad es, por tanto, un proceso en el que personas diversas o grupos heterogéneos se comunican e interactúan recíprocamente en condiciones de simetría moral, lo que permite a sujetos diversos por su origen mirarse mutuamente, a la luz de valores capaces de hacer aparecer las características del otro como valiosas para una praxis común; evitando deliberadamente que estrategias manifiestas o encubiertas de dominación, supremacía o hegemonía que conduzcan hacia intereses individuales y egoístas los destinos de su relación. [3]
[1] Philippe Sassier, Tolerancia, ¿para qué?, México, Taurus, 2002, p. 12 [2] Michael Walzer, Tratado sobre la tolerancia, Barcelona, Paidós, 1998, pp. 29-50. [3] Villarroel Raúl. Reconocimiento, Tolerancia e Interculturalidad. La agenda pendiente de un mundo de extraños morales. Acta bioeth, 2017, 23 (1), pp. 91-97.