es necesario «hacer pensar», hacer que el SUJETO se integre a su realidad y pierda el miedo a la libertad creándose un proceso de búsqueda de independencia y a la vez de solidaridad.

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Nosotros deseamos antes que nada que nuestras chicas y chicos se integren a la sociedad en lugar de acomodarse. Esta diferencia radica en que la integración no es simplemente ajustarse a la realidad, sino también, transformarla; esta transformación se une a la capacidad de optar, de encontrar múltiples opciones gracias a la crítica.

En consecuencia, cuando las personas no cuentan con esa capacidad de optar, se someten a prescripciones ajenas que indudablemente lo minimizan y las decisiones ya no son propias al resultar de mandatos extraños; la chica o el chico ya no se integra, simplemente se acomoda, se ajusta; es un ser pasivo. La pasividad se puede exponer cuando verificamos que no cuenta con la capacidad de alterar la realidad, sino que por el contrario, se altera a sí mismo para adaptarse, y esta adaptación sólo tiene una débil acción defensiva, la cual es adaptarse aún más.

En el escultismo, para evitar esta situación, propone el enraizamiento a la opción preponderantemente crítica, para ser exactos: crítica amorosa, humilde y comunicativa. Así pues, ponemos sobre la mesa un Escultismo radical en su opción, entendiendo que esa radicalidad es positiva en el sentido de que no niega el derecho a otro de optar; intenta convencer y convertir, pero no oprime a su oponente.

Cuando se da el primer paso hacia la libertad, la simple reflexión puede desencadenar reacciones emotivas y subversivas llenando un ambiente de desesperanza. Un claro ejemplo de ello es el descontento social patente en un sinnúmero de expresiones violentas, muchas de estas se caracterizan, entre otros aspectos, por la simplicidad en la interpretación de los problemas, un fuerte tenor emocional y la práctica no precisamente del diálogo sino de la polémica, todo ello llevándonos al irracionalismo sectario. Es importante analizar que, en la medida en que las personas se comportan con base en mayor dosis de emocionalidad que de razón en actuar social, su comportamiento no resulta comprometido sino acomodado.

Los Educadores, por tanto, se identifican con sus chicas y chicos, comunicándose a través de su testimonio y de la acción educativa coadyuvando a evitar las distorsiones extrínsecas en su desarrollo propiciándoles sobre todo esperanza. Una esperanza nacida de ese despertar que les propone la disposición mental del estar junto con sus pares en el escultismo.

En la Comunidad Crítica de Escultismo Popular este despertar se pretende realizar con la aplicación de nuestro Método, Plan y Programa Crítico Popular, integrando las siguientes características:

  • Educación que lo coloque en constante diálogo con el otro y efectivamente activa, orientada hacia la responsabilidad social y política.
  • Responsabilidad por la toma de decisiones, evitando a toda costa la transferencia de la responsabilidad.
  • Profundidad en la interpretación de los problemas.
  • Revisión contante de nuestro trabajo.
  • Promoción de una actitud crítica.
  • Negación de posiciones quietistas.
  • Práctica del diálogo y no de la polémica.
  • Promoción de la esperanza al hacer que los miembros se sientan parte del cambio.
  • Soluciones con las y los chicos y nunca sobre o simplemente para ellos.
  • Por la receptividad de lo nuevo, no sólo por ser nuevo, y por la no negación de lo viejo, sólo por viejo, sino por la aceptación de ambos, en cuanto a validez.

En resumen y tomando a Freire, buscamos una educación que posibilite a los sujetos para la discusión valiente de su problemática, de su inserción en esta problemática, que lo advierta de los peligros de su tiempo para que, consciente de ellos, gane la fuerza y el valor para luchar, en lugar de ser arrastrado a la perdición de su propio «yo». Sometido a las prescripciones ajenas. Educación en donde los Educadores logren y puedan colocar a la chica o chico en diálogo constante con el otro, que lo predisponga a constantes revisiones, a análisis críticos de sus «descubrimientos», a una cierta rebeldía, en el sentido más humano de la expresión; que lo identifique, en fin, con métodos y procesos científicos.

Nuestra educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor. No puede temer el debate, el análisis de la realidad; no puede huir de la discusión creadora bajo pena de ser una farsa.

 

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