El tránsito de las certezas hacia los cuestionamientos críticos es representado, en la mayoría de los casos, por un camino pedregoso. En ocasiones ni siquiera el explorador advierte, desde su punto de partida, que está comenzando un camino sin retorno; dado el primer paso, se interna en terrenos casi inexplorados y su búsqueda transita los terrenos turbios de las verdades establecidas, es así que, con su lámpara alimentada por un combustible que podremos llamar «crítica», va sumergiéndose a los lugares más recónditos que en un inicio generarían más dudas en cuanto a la continuación del camino, sin embargo, como mencioné, es un camino sin retorno, de modo que de manera valiente se interna cada vez más, esperando en algún momento encontrar una cierta claridad, que deberá aceptar como compromiso, para seguir andando hasta conseguir su propósito.

Curiosamente nuestro explorador ni siquiera tenía un objetivo claro desde el inicio, es decir, no estaba buscando el sendero que ahora le ha proporcionado un sentido más fuerte a su andar. En la senda fueron surgiendo nuevos propósitos y múltiples caminos que le hicieron comprometerse a explorar todos, no importaba si debía recorrerlos una y otra vez, encontrarse y desencontrarse, hasta aprenderse el camino, de manera que ningún otro explorador afamado le pudiera negar el camino recorrido. Nuestro noble explorador ha logrado abrir múltiples brechas, para complejizar las posibilidades y abrir los panoramas de quienes deseamos seguir sus pasos y con ello, explorar diferentes y novedosas rutas, nutridas por el sendero que nos ha regalado el maestro explorador.
Nuestro explorador sabe que para saber a dónde ir es preciso reconocer el punto de partida. El objetivo es conseguir situarse en ese lugar estratégico que nos permita ver el horizonte: el pasado y el porvenir, siempre desde el estar siendo, del estar situado. La autodefinición, nos dice el filósofo, es una tarea sumamente difícil, pero es una tarea fundamental; sin fundamentos nuestro andar está a la deriva. La cultura nacional debe tener el horizonte hacia la historia universal y la historia latinoamericana, pero ésta será una labor seria y paciente. El explorador sabe que ha abierto brechas significativas que le han permitido las vistas y las experiencias más maravillosas, pero también sabe que su labor es una invitación de la que sus huellas son fundamentos necesarios, abiertos para nuevas indagaciones. Las y los jóvenes aprendices del arte de la exploración, agradecemos las brechas para organizar nuevas excursiones.
Alan Quezada Figueroa