Imagen tomada de la red. Grupo Urquiza de Entre Ríos.

Todo niño que juega se comporta como un poeta, pues se crea un mundo propio, o mejor dicho, inserta las cosas de su mundo en un orden que le agrada (…)  toma muy en serio su juego, emplea en él grandes montos de afecto

Sigmund Freud

En el escrito anterior hacía referencia a que, cuando los niños se encuentran en una situación de «borde», podía objetivarse una dificultad de escritura del Orden Simbólico, aquel que ofrece una regulación de las relaciones sociales, una orientación al ser y pone en marcha el deseo de ser. El Orden simbólico permite enmarcar el propio cuerpo, el cuerpo del Otro y el Ser. Decíamos que cuando el Otro no se instituye como «terceridad» la relaciones con los semejantes se pueden establecer en tensión agresiva o relaciones de sometimiento (las dos variantes de «o yo o el otro»). 

            El jugar constituye en un espacio privilegiado del hacer de los niños en donde tres vertientes abonan la construcción del juego infantil: (1) la posibilidad de transformación de lo vivido en forma pasiva, en un juego donde el sujeto es activo lo que permite lograr una forma de dominio sobre objetos externos brindando la posibilidad de elaboración -por ejemplo, si ha sido golpeado, en el juego golpea sus juguetes o a los otros- (2) la posibilidad de actuar en el juego sus miedos, angustias y fantasías por medio de un proceso de externalización – a veces la angustia vivida como fragmentación aparece fragmentando el juego en sí, o rompiendo los objetos del juego- (3) la posibilidad de invención, novedad, exploración de nuevas posibilidades del ser. 

            Estas «vertientes» que intervienen en el espacio de juego varían y forman parte del «juego libre» como del «juego reglado», no podemos saber cómo intervendrán cada una de ellas al momento de jugar, pero sí podemos tener en cuenta algunas consideraciones para que el juego sea posible de la manera que conviene a la subjetividad de los niños, en un ambiente de seguridad y confianza. 

            Los invito a abordar algunas condiciones del juego social en niñez con el objeto de brindar herramientas a los dirigentes / educadores en los distintos momentos del juego.

El espacio de juego

             El espacio es una construcción visual y corporal que constituye lo Imaginario (el cuerpo propio y su relación con el medio). Mientras en el juego solitario el espacio es reducido limitándose a la relación con distintos objetos, en el juego social se amplía, ya no tratándose sólo de objetos sino incluyendo a otros semejantes en el juego, estableciéndose distintos tipos de relación interpersonal como la tensión, la agresividad, la colaboración, el tratamiento del otro como un objeto de juego. El tipo de relación que se establece tendrá que ver con la combinatoria entre lo que definimos en (1), (2) y (3) 

            En el juego social no es lo mismo el espacio acotado del local de grupo, que el espacio del patio o uno más grande, como la naturaleza. Mientras que en el espacio del local el despliegue del cuerpo se encuentra limitado, en el espacio del patio o de la naturaleza el cuerpo puede realizar otro tipo de despliegues. 

            En los juegos en el local es conveniente reducir la cantidad de objetos y estímulos que no tengan que ver directamente con el juego ya que estos favorecen la desatención, lo que implica primeramente que los niños se desenfoquen del juego y luego salgan de él (aún estando en el lugar). Cuando nos deslizamos hacia el espacio de «fuera de juego» el juego terminó, pretender prolongarlo movilizan respuestas del tipo (1) y (2) virando la experiencia de bien – estar jugando a la de mal – estar con otros. 

            Los juegos en espacios más amplios permiten un mayor despliegue corporal, disminuyendo la tensión que se produce ante la cercanía física que se da en otros espacios como el del local. De la misma manera que en el caso anterior, cuando el juego en el espacio abierto comienza a ubicarse como «fuera de juego¨» el juego ha terminado, no es conveniente proseguir sino terminarlo. Hay un viejo dicho scout muy interesante «al juego hay que matarlo antes de que muera solo».       

El tiempo y el ritmo de juego

           Si leemos la bibliografía scout clásica (como «Siete reuniones de Tropa») allí podemos observar el desarrollo de una lógica temporal en gran parte de los juegos donde hay distinto tipo de despliegues. En los juegos cortos llamados de desfogue suele plantearse un tiempo de juego de 7 minutos; los juegos de equipo un tiempo de 10 minutos. Los tiempos irán variando acorde al tipo de juego, en el caso de los juegos mixtos que incluyen distintas actividades como uso de claves y pruebas a cumplir la duración es de 15 minutos y los deportivos o aquellos que implican un despliegue en campo tienen distinta extensión, pero no suelen ser mayores a 20 minutos.

           Los viejos libros creados en base a la práctica cotidiana de muchos Maestros Scouts sin saberlo sostienen los principios básicos que he señalado: el espacio es una construcción visual y corporal constituyente de lo Imaginario, el tiempo es una construcción Simbólica que enmarca lo Imaginario (el cuerpo).

           Tiempo y ritmo son aspectos complejos para abordar especialmente cuando se trabaja con chicos que forman parte del borde, en tanto los fenómenos «fuera de juego» perforan el marco simbólico a partir de una serie de conductas disruptivas donde el mal-estar no será solo de los chicos sino también del dirigente/educador, responsable de que el espacio de juego se mantenga enmarcado y en un ambiente de confianza. Si el tiempo lo caracterizamos como el transcurso desde el inicio hasta el final, el ritmo es un concepto más relacionado con el despliegue de actividad / pasividad inherente al juego mismo, podría decirse que son las distintas alternancias del cuerpo activo en movimiento y el cuerpo que tiende a la quietud, el mejor ejemplo para entenderlo son los juegos de stalking donde se alterna la quietud del acecho con el movimiento de acercamiento.

           Si bien podemos hablar de una temporalidad objetiva que medimos en minutos, si consideramos que en los bordes existe una dificultad en la constitución del espacio y el tiempo que incide en los des-bordes corporales como exceso, podemos hablar de una temporo-espacialidad subjetiva que interviene en el desarrollo del juego y en las situaciones “fuera de juego” por lo es necesario considerar estas variables a la hora de jugar y elegir juegos. Cuando más en el borde los chicos se encuentren mayor es la posibilidad de desborde especialmente cuando el ritmo es rápido y con escasa pausa corporal lo que es una invitación al «exceso de cuerpo». La combinación del tiempo objetivo del juego adecuado y la claridad de las reglas del son la base de la regulación de los excesos.

           En los siguientes escritos trabajaremos sobre las reglas del juego y las diferencias entre los roles efímeros en los juegos cortos y las identificaciones permanentes de estilo de vida que ofrece el escultismo. Con las dos se juega, pero sus lógicas son diferentes. Se puede jugar, pero también se puede jugar enmarcado en un estilo de vida.

Horacio Wild, Colaborador de la Comunidad Crítica de Escultismo Popular, A. C.

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